Una carta de la rectora del Marymount de Bogotá, María Ángela Torres, dirigida a los padres de familia el 22 de febrero en la que cuenta que fue retirado de sus funciones un profesor por “unas quejas relacionadas con comportamientos indebidos”, destapó, por fin, una historia gravísima que viajó en silencio en el colegio durante años entre el miedo y la complicidad: el profesor de educación física durante más de 13 años, Mauricio Zambrano, acosó a estudiantes en excursiones, clases y WhatsApp.
El caso que precipita su salida del colegio involucra a una menor de 15 años. No fueron las autoridades del colegio las que descubrieron la situación, sino un familiar de la víctima y el caso ya está en manos de la Fiscalía. El viernes 25 el escándalo estalló en los medios. En Mañanas Blu publicamos un documento que contenía más de 20 testimonios de exalumnas que sufrieron acosos de Zambrano, en la tarde, la rectora convoca a los padres de familia y en una declaración de 15 minutos dice que no va a renunciar y que no es cierto que tuviera conocimiento de la conducta y del historial de Zambrano. La señora Torres le mintió a la comunidad del colegio e intentó aferrarse a su silla, recordándonos que en este país, en los cargos de responsabilidad, nadie renuncia cuando el tamaño del error es insostenible.
Las autoridades del colegio les fallaron a sus alumnas y las desprotegieron. En 2013 una estudiante denunció a Zambrano ante la rectora. Los padres y abogados estuvieron involucrados en la investigación. Al final se decidió que ella y Zambrano no compartieran clases, pero fue a la denunciante a la que movieron a otros salones y no a él. Poco tiempo después, la rectora supo del caso de una alumna que se involucró con el profesor y lo citó para saber si era cierto.
A la rectora no le faltaron elementos para estar alertada del uso y abuso de la posición de poder del profesor para acosar e involucrarse con estudiantes. Fui autorizado por un exprofesor, que duró 24 años en el colegio y fue jefe de departamento de Mauricio Zambrano, para contar que después de una excursión del colegio a Londres, él llegó del viaje y le contó a la rectora que unas estudiantes le dieron quejas de “comportamientos inapropiados” de este profesor. Se lo contó a la rectora y a otro alto cargo y ellas le respondieron que “eran celos de él porque las estudiantes eran muy cercanas con Mauricio”.
Después, en la preparación de otra excursión a Europa, el exjefe de Zambrano vuelve a acercarse a la rectora para decirle que no le parecía recomendable que él fuera al viaje. Las autoridades del colegio se indispusieron con sus reclamos y, según él, esta situación provocó su salida del colegio. Zambrano siguió y fue al viaje. También tuvo conocimiento de que en otra excursión el profesor durmió durante algunas noches “en una misma carpa con una estudiante”.
En estos días he hablado con profesoras, exprofesoras y varias exalumnas y la gran mayoría sabía que lo de Zambrano con las estudiantes era una incómoda verdad con la que se convivía en el colegio. Lo que hacía este señor es monstruoso, no solo por tratarse de menores de 15 años en algunos casos, sino por la sistematicidad del acoso. Las cartas, reclamos, denuncias y testimonios que he leído en público y privado en estos días vienen de muchas estudiantes de diferentes promociones. Estalló una bomba que no debió acumularse por tantos años y cuya responsabilidad institucional y pedagógica recae en María Ángela Torres y parte de su equipo de trabajo que también conocía cosas.
Con sus opacos comunicados de estos días y la declaración que le ofreció a los padres de familia el viernes, le volvió a fallar a sus alumnas y pisoteó su misión pedagógica, como supuesta líder de un centro que debe ser formador y cultivo de proyectos de vida y ciudadanas que se hagan mayores de edad entendiendo plenamente dónde está la frontera de las cosas que no pueden seguir pasando en Colombia.
También le termina mandando el mensaje a sus estudiantes de que los grandes errores no tienen consecuencias y que la línea de lo inaceptable es un gris manipulable por el poder. Detrás de un alto cargo hay mucho más que el prestigio de un apellido: hay un legado, unos colores, una memoria que se debe proteger y la figura del maestro que es el mayor tesoro que tiene un colegio. Ya el gran pedagogo Agustín Nieto Caballero les había dicho a sus colegas hace casi cien años que “la mejor lección que puede dar un maestro es su propia conducta. La bondad, el decoro, la sencillez, de enseñar con el ejemplo, nunca con palabras solamente”.