Valeria Santos
9 Marzo 2022

Valeria Santos

Los patriarcas

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Las mujeres somos la mayoría de la población en Colombia y, a pesar de eso, solo el 20 por ciento del Congreso está compuesto por nosotras. Y aunque en las elecciones del 13 de marzo deberíamos acercarnos a la paridad, esto no es suficiente para acabar con las trampas del privilegio masculino que descomponen nuestra democracia. Transformar el sistema y sus formas de reproducción requiere de mucho valor y compromiso. Poco le sirve al país que lleguen mujeres subordinadas del mandato masculino a “renovar” la política en el Congreso.

No sorprende que los partidos políticos tradicionales estén usando la presencia de mujeres para vender inclusión y hablar de diversidad. Y no me refiero a que estén instrumentalizando a las mujeres, cada una de ellas tienen agencia y entienden muy bien en dónde está y para qué está donde está. Pero al menos como estrategia de propaganda política, el discurso “feminista” sí está siendo utilizado. 

Y es utilizado porque está vacío de significado. Por más mujeres que muestren en sus tarimas los partidos, o tengan en sus listas, sigue predominando la presencia de clanes políticos, personajes cuestionados, y candidatas y candidatos que, a pesar de haberle servido al país por años, nunca han logrado un cambio. Son rehenes y verdugos de un sistema masculinizado y machista que sobrevive por su inacción y su incapacidad de ceder sus privilegios. 

Los clanes Char, Gerlein, Cote, Gnecco, Aguilar, entre otros, y las casas políticas de Gaviria, Uribe Vélez, Pastrana y de Vargas Lleras necesitan que la sociedad siga siendo hegemónica para sobrevivir. Son patriarcas que sostienen y se benefician de un sistema desigual e injusto, sobre todo para las mujeres. 

Lo que sí sorprende es que el Pacto Histórico, que se supone llegaría a desmontar el establecimiento y crear un verdadero cambio, pretenda llegar al poder exprimiendo los privilegios que le provee el sistema que supuestamente quiere acabar. Gustavo Petro conformó una coalición política de izquierda, pero, como otros movimientos de izquierda en el continente, es en realidad una estructura vertical y opresiva con las mujeres. Otro sistema más en donde el patriarca manda y los demás obedecen. 

Aunque el feminismo ha sido una reivindicación vinculada normalmente a los movimientos de izquierda, Andrés Manuel López Obrador en México demostró que esto es un mito. Lo que va de su sexenio ha estado determinado por un constante enfrentamiento con el movimiento feminista de ese país. No es el único. Hace unos años el expresidente ecuatoriano Rafael Correa ya había probado que la izquierda puede ser bastante machista. Correa, famoso por su lenguaje sexista, afirmó que el movimiento feminista era “un grupo de chiquillas desubicadas y malcriadas”.

Así como Gustavo Petro pretende ganar las elecciones con el apoyo del pastor cristiano Alfredo Saade, López Obrador arrasó en los comicios de 2018 con el apoyo del partido PES, que representa a la iglesia evangélica mexicana. Y tal cual como le sucedió a AMLO, a Petro le terminarán imponiendo su agenda conservadora y antiderechos si gana las elecciones. 

Estos sistemas masculinizados sobreviven gracias a la imposición, la exclusión y el engaño. Y esto es lo que ha hecho el Pacto Histórico con Francia Márquez. A la precandidata se le han incumplido la mayoría de los acuerdos prometidos. Soy Porque Somos, su movimiento político, se quedó sin candidatos al Senado después de que arbitrariamente le entregaran el puesto 11 en la lista, que había sido prometido a su movimiento, a Álex Flórez, el consentido del alcalde Daniel Quintero.

Hace unos meses los precandidatos a la Presidencia por el Pacto Histórico habían acordado que quien obtuviera la segunda votación en la consulta sería la fórmula vicepresidencial. Pero como en las estructuras patriarcales poco importan los consensos y los acuerdos, la voluntad de Gustavo Petro será ley. Y aunque Francia Márquez cada día suba más en las encuestas, ella, y todo lo que representa su lucha, parece poder ser sacrificable y desechable. 

Estas estructuras patriarcales no solo excluyen, también oprimen. La violencia es una consecuencia de los sistemas masculinizados. Ahí, justo donde el hombre debe ser más viril sobrevive el mito del “hombre de verdad”. Y eso es el candidato al Senado por el Pacto Histórico, Álex Flórez: una consecuencia de una sociedad definida por el poder y la competencia, en donde un hombre no resiste pararse detrás de una mujer. 

Flórez prefirió pegarle un codazo en una tarima a la directora de orquesta y candidata a la Cámara de Representantes, Susana Boreal, con tal de no ceder su privilegio. 

Pero estos arquetipos masculinos necesitan facilitadores. Las graves denuncias que existen contra el exconcejal Álex Flórez, por presuntamente haber agredido a su pareja por haberse negado a abortar, fueron desestimadas rápidamente por Gustavo Petro, el patriarca, y su séquito. Sin escuchar a otras mujeres, sin conformar un comité de género, sin seguir una ruta formal en casos de violencia intrafamiliar. 

Tanto hombres como mujeres estamos condicionadas por el patriarcado y sus valores masculinos. Tener una lista cerrada y cremallera no es suficiente para derribar los cimientos que sostienen a la hegemonía masculina. 

Mujeres tan valiosas para la lucha feminista como Sara Tufano, Juana Afanador y Ángela María Robledo fueron excluidas del Pacto Histórico porque no se dejaron silenciar. ¿Dónde están las voces de protesta de mujeres tan relevantes en ese movimiento como la representante María José Pizarro, de la senadora Aída Avella, de Clara López, de Piedad Córdoba, de Isabel Cristina Zuleta? 

De nada le sirve al país que ustedes lleguen al Congreso a seguir alimentando la opresión y la subordinación. Todas y todos somos víctimas de la estructura patriarcal, y la única forma de romperla es desafiándola y cuestionándola. Y esto implica confrontar al patriarca. 

Más vale votar con la conciencia de que debemos realmente cambiar la forma como concebimos el poder y la autoridad. Debemos desaprender para volver a aprender a qué le debemos dar valor. Un estado feminista no puede existir si no caben los hombres también. Debemos construir un país donde las construcciones sociales permitan que tanto hombres como mujeres nos reconozcamos y podamos ser y pertenecer en armonía. Un Estado que promueva la igualdad formal y la material, la libertad, y el balance necesario entre la individualidad y el sentido de pertenencia a una comunidad. 

Este domingo vale mucho la pena darle una oportunidad a Estamos Listas Colombia, un proyecto con una real vocación de poder feminista, sin ataduras con el patriarcado, que quiere llegar al Senado a deconstruir el establecimiento para que todas y todos tengamos las mismas oportunidades. 
 

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