Catalina Ceballos
10 Mayo 2022

Catalina Ceballos

Los territorios ancestrales del Clan del Golfo

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El denominado Paro Armado para protestar por la extradición de Otoniel es tan macabro que sigo sin entender cómo los narcotraficantes y paramilitares tienen los mismos derechos que establece el derecho a la protesta pacífica. ¿En qué momento se equiparan los derechos de la sociedad civil frente a la de unos criminales?

Pero más me preocupa ver cómo desde Bogotá, Medellín o Cartagena, con algunas excepciones de periodistas independientes o medios locales, nadie habla del impacto que tiene este en los pueblos étnicos. El Paro Armado de los narcotraficantes y paramilitares del Clan del Golfo, sucede en territorios afros, indígenas, campesinos, algunos dirán “que viven del cultivo de hoja de coca”, y sí, sin duda lo hacen, no han tenido otras opciones, sin contar que la aspersión con glifosato se ha hecho sin garantizar los procesos de participación propuestos y por otro lado, como ya hemos visto en este mismo medio, presionados por las Fuerzas Armadas para seguir haciendo parte de la cadena de valor que termina en la tan preciada cocaína. Muchas de estas poblaciones afectadas siguen esperando el cumplimiento del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos.

En los departamentos donde se ha presentado el paro del Clan del Golfo, se encuentran comunidades kamentsa, quillacingas, awa, yamacona, waunan, embera chamí, embera dodiba, tulé, zenú, chimilia, arhuaco, kogui; algunas de estas poblaciones ya declaradas en emergencia de extinción desde hace varios años, a ellos se suman las comunidades campesinas afro como las de Esperanza y Mojarra, del Bajo Calima. Muchas de estas viven en condiciones precarias, algunas habitan en las riberas del río Magdalena, en casas sobre palafitos, con techos de zinc y con una ausencia histórica por parte del Estado.

No debemos ver de manera desintegrada a la cosmovisión de los pueblos indígenas, quienes orientan todas sus acciones de acuerdo con sus procesos político-cultural y social, desde su cosmovisión integran todo el componente espiritual liderado por las autoridades, los mayores y las mayores, que siempre han pensado y liderado procesos para la recuperación y defensa de sus territorios, a través de prácticas culturales y ancestrales. ¿Cómo están en este momento cuidando su territorio? ¿Cómo negocian? ¿Con quién negocian? ¿Quién es su interlocutor? La Defensoría del Pueblo ha advertido sobre la necesidad de acompañar a estas poblaciones, dados los altos niveles de desplazamiento que se pueden presentar ante estas circunstancias. 

Si bien las Autodefensas Gaitanistas de Colombia dominan, junto al ELN y otros, estos territorios, la verdad es que la mayoría son propiedad milenaria de poblaciones étnicas. Desconocer su legado, desconocer sus procesos, desconocer su existencia es también una de las razones por las cuales estos grupos se han establecido allí. ¿Cómo no? sí el Estado ni se asoma po’ allá.  

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A propósito, este viernes 13 y sábado14 de mayo, a las ocho de la noche, en el escenario del Teatro Estudio del Julio Mario Santo Domingo en Bogotá, se presenta la Corporación Jóvenes Creadores del Chocó, a quienes ya habíamos visto en escena con la obra Develaciones de la Comisión de la Verdad. Ahora con su obra Revolución pazcífica, danza afrourbana donde nos cuentan cómo se enfrentan a la violencia, a la inequidad social y a la contaminación ambiental.
 

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