Alejandro Villanueva
14 Abril 2022

Alejandro Villanueva

Petrosplaining

La misión más compleja que tiene hoy en día la izquierda colombiana es hacerle campaña a Gustavo Petro mientras él no se deja.

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Petro es quien más daño le hace a su candidatura y a la esperanza de un cambio real para el país. Absolutamente convencido de que no va a perder ni uno de los votos que ya ha ganado por sentirse el único capaz de derrotar al uribismo, ha venido cometiendo error tras error y justificándose con una tontería tras otra. Debe estar convencido de que sus votantes, como en el pasaje de Stendhal, le creen menos a lo que ven sus propios ojos y más a las palabras del “líder”. Gustavo está tan convencido que cree bobos a los colombianos.

Ese es el problema de los caudillos, que les dejan de importar muy rápido las ideas y están dispuestos a matarlas o traicionarlas porque, en realidad, no se representan más que a sí mismos y sus objetivos.

Gustavo Petro, así como todos los líderes políticos del país, debería entender que él no es el cambio. Que ninguna persona es el cambio. Que el cambio son las ideas y el sistema de creencias que hacen que muchas personas coincidan en algo. Sin embargo, si el líder que abandera esas ideas se aleja de ellas, ¿qué deberían hacer los ciudadanos? ¿No es su deber salir a cuestionar?

“No es narco, no es parapolítico, es o fue corrupto, él está en un proceso muy interesante”.

Así defendió Gustavo Petro, en W Radio, el hecho de que su hermano, junto a un señor que mintió sobre pertenecer a la Comisión de la Verdad, entrara a La Picota a darle una charla de coaching conceptual sobre el perdón social a los criminales Iván Moreno, Germán Chaparro, Ronald Housni Jaller, Javier Zapata, Whitman Porras, Manuel Antonio Carebilla y Álvaro García Romero.

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Para luego aclarar que esto no tenía nada que ver con él o con su campaña, y que era un trabajo que venía adelantando su hermano, contradiciendo su anterior entrevista y a la abogada del Pacto Histórico, Cielo Rusinque, de esta manera justificando una y otra vez, de un modo o del otro, la idea del perdón social.

 

No puede ser que Petro, a menos de dos meses de las elecciones de primera vuelta, pretenda retroceder en los planteamientos y tramitar, en nombre de lo que “él representa”, acercamientos con quienes han condenado al país a la miseria, a la violencia y a la tristeza.

Cuando se le pregunta por estas acciones, que él considera maravillosas jugadas políticas basadas en los deconstruidos planteamientos filosóficos del análisis semiótico, manda a leer. Asume que no están de acuerdo con ciertas de sus acciones no porque sean completamente incoherentes con el cambio que profesa, sino porque pocos tienen su entendimiento para comprenderlas y aplaudir mientras le gritan: “¡Ese es!”

Estigmatiza a los periodistas por no celebrar su propuesta de perdón social diciendo que no han leído sobre esto. Según él, el perdón social no es impunidad, es justicia reparativa.

Es curioso que el mismo filósofo que él cita para peinar tuiteros: Jacques Derrida, comente ante el tema algo que puede llegar a contradecir tal afirmación, enunciando que el perdón no corresponde, jamás debería corresponder, a una terapia de la reconciliación, y lastimosamente así lo intenta vender Petro, una forma para cesar definitivamente la violencia, toda una terapia, dictada por él mismo.

No hay nada más alejado de la realidad, primero, porque el poder en sí es la violencia, la democracia irónicamente es el medio que busca repartir el monopolio del uso de la violencia con la menor violencia posible.

Considero importante traer al debate las observaciones del antropólogo y etnólogo francés, Pierre Clastres. El poder tiene una relación de obediencia y orden que hace imposible el pensarlo sin su prevaricato natural: la violencia. Donde no exista tal relación esencial no existe el poder y acá se plantea perdonar a personas que se aprovecharon de tal monopolio para su beneficio propio.

Pero esto no debería sorprendernos, los mismos fanáticos de Petro y congresistas lo están configurando como un caudillo, y ese es el problema de los caudillos, que les dejan de importar muy rápido las ideas y están dispuestos a matarlas o traicionarlas porque, en realidad, no se representan más que a sí mismos y sus objetivos.

Si la idea de ese cambio de país que representa Petro es que una clase politiquera no se siga haciendo rica a expensas de las mayorías más pobres —comprando mansiones en los condominios más exclusivos del país, regalando automóviles deportivos y dando la mesada suficiente para que sus hijos puedan comprar todo el tussi master que las ñatas les pidan mientras que los colombianos se mueren de hambre— ¿Qué necesidad había de abogar por quienes han estado obsesionados con los recursos públicos?

Derrida dijo que el representante del Estado puede juzgar, pero el perdón no tiene nada que ver con el juicio, justamente. Ni siquiera con el espacio público o político, eso Petro lo deja claro en sus justificaciones, y en sus intervenciones en el Congreso de la República.

Pero en vista de la incapacidad de las instituciones ante el indebido usufructo de tal relación natural de poder, es la misma sanción social ante la corrupción, dar ese sentimiento que toda la plata que se robaron nunca la podrán disfrutar plenamente, es lo más cercano que estaremos de una justicia social, al menos con esta justicia.

Solo se perdona allí donde se podría juzgar y castigar, por lo tanto evaluar, entonces la instalación, la institución de una instancia de juicio supone un poder, una fuerza, una soberanía, J. Derrida

Algo que en Colombia se podría decir que no es lo suficientemente fuerte.

Las personas a las que Petro propone perdonar socialmente, son las que se aprovechan diariamente de la falta de sanción social que el mismo Petro propone eliminar con su perdón social.  Al politiquero no le importa ser condenado, eso lo considera gajes del oficio, el oficio de hacerse rico con el Estado.

Hugo Aguilar paseando en su Porsche luego de decir ante un juzgado que no tenía dinero para pagarles a las víctimas.

 

Slavoj Zizek los definiría como unos actores activos de la violencia objetiva, culpables de acciones sistemáticas que permitieron la transformación de sentimientos subjetivos en violencia subjetiva. Perdonarlos no acabará con la violencia, legitimará aún más la corrupción como violencia objetiva.

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¿Por qué se debe perdonar a la persona que asegura que él simplemente siguió las órdenes de tal sistema político, que cuando se le cuestiona afirma que no le da pena ser quién es?

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Lista de cuestionados que esperan su perdón social:

Richard Aguilar

Hugo Aguilar

Karen Abudinen

Mario Camacho

El Pote Gómez

Roy Barreras

Didier Tavera

Fredy Anaya

Yidis Medina

Aida Merlano

Omar Ambuila

Luis Alberto Gil

Néstor Humberto Martínez

Luis Francisco Bohórquez

Ernesto Samper

Oscar Villamizar

César Gaviria

Jorge Pretelt

Virgilio Galvis

Iván Duque

Guillermo Botero

Álvaro Uribe

Este corruptalario es apenas una muestra de quienes han matado de hambre y desolación a los colombianos. ¿Usted los perdonaría? Yo no, O hasta que se haga justicia y reparen todo lo que se robaron sin usar las tácticas de testaferrato.

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