Pedro Rojas
2 Julio 2022

Pedro Rojas

Un ejército preparado para mantener la paz

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Tengo varias inquietudes y desacuerdos respetuosos con algunos de los planteamientos, análisis y conclusiones atinentes a los temas de seguridad y defensa, contenidos en el informe final de la Comisión de la Verdad, Hallazgos y recomendaciones. Un documento histórico de casi 900 páginas, que recoge con rigor académico e investigativo lo vivido en Colombia durante las últimas siete décadas.  Me sorprendió gratamente que en el capítulo 7, denominado Modelo de seguridad, págs. 485, 486, 498 y 499, se resalta la importancia de la doctrina Damasco y su enfoque, que proyectaba un ejército moderno, interoperable, educado, profesional y, sobre todo, respetuoso de los DD. HH. y las normas del derecho internacional humanitario (DIH). Un ejército multimisión y constructor de paz, confiable, apartidista y conectado con la realidad nacional.


Desde 2015 en el marco del plan de transformación institucional, el alto mando militar, bajo el liderazgo del ejército y con la voluntad política del Gobierno Nacional, dio un giro histórico y necesario, al evolucionar de la clásica doctrina antigua contrainsurgente a la doctrina Damasco, un nuevo pensamiento y lenguaje militar, cuyo eje son las operaciones terrestres unificadas (OTU), y que revolucionó la forma de planear, preparar, ejecutar y evaluar las operaciones militares a través de tareas ofensivas, defensivas, de estabilidad y de apoyo a la autoridad civil, empleando el arte y el diseño operacional, que les enseña a los líderes en todos los niveles a analizar y comprender ambientes complejos e identificar problemas políticos, económicos, militares, sociales, de infraestructura, de tiempo, de información y de medio ambiente físico, determinando el enfoque adecuado para su solución y la correcta toma de decisiones.


Esta reforma a la doctrina militar, desde su inicio ponderó el concepto de Seguridad Humana (SH). Según la Comisión de Seguridad Humana (CSH) de la ONU, es “la protección del núcleo vital de todas las vidas humanas de forma que se mejoren las libertades humanas y la realización de las personas…” (ONU, 2009).  Es decir, Damasco privilegia la protección de las libertades individuales, eje de la seguridad humana. Existen en la academia numerosas investigaciones publicadas en revistas indexadas al respecto. Esta característica, llamó la atención del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), organismo que revisó y validó los borradores de los 17 manuales fundamentales del ejército, antes de su lanzamiento en agosto de 2016. 


Era urgente que el ejército realizara un acople doctrinal y se alineara con la Constitución de 1991, que, por su naturaleza y carácter garantista, introdujo cambios necesarios en los procedimientos de las FF.AA. Recordemos que, bajo la Constitución de 1886, por ejemplo, el Ejército Nacional tenía atribuciones de Policía Judicial. Dicha facultad desapareció con la nueva Carta Política, no obstante, la doctrina militar se mantuvo sin cambios profundos durante 25 años, hasta 2016, con la publicación de los primeros 17 manuales Damasco, hoy son casi 100, pese al estancamiento y grave retroceso deliberado durante los últimos dos años y medio, que impactó negativamente en la formación, la capacitación y la dinámica operacional del ejército.  La vieja doctrina militar, desactualizada, sin estándares internacionales, carente de jerarquía y taxonomía, tenía que evolucionar, permitiendo un salto profesional necesario.


Si bien es cierto que esa doctrina durante décadas nos permitió enfrentar con relativo éxito a las diferentes amenazas, incluidos el narcotráfico y el paramilitarismo, entre otros, y a pesar de que se introdujeron a partir de los años 2006-2007, a través de los programas Sefa (Sistema Educativo de las FF.AA.) y Pefa (Plan Estratégico de Educación de las FF.AA.), en las mallas curriculares de las escuelas de formación y capacitación, programas educativos orientados a inculcar en nuestros hombres el respeto por los DDHH y el DIH; también lo es, que esa misma doctrina en su mayoría obsoleta, produjo planes y órdenes de operaciones repetitivas, densas, confusas; que inducían al error y que eran el caldo de cultivo para incompetentes en el arte y la ciencia militar, o en el peor de los casos, que sirvieron para darle legalidad operacional a la práctica brutal de los mal llamados falsos positivos, la página más oscura y vergonzosa en la historia del ejército colombiano.  


Por ello, a partir del inicio del plan de transformación institucional en 2011, que fue posible gracias a la visión de los líderes militares y políticos de la época, y después de varios diagnósticos y metodologías empleadas en los CRE-i (Comités de Revisión Estratégica e Innovación/2011), Ceti (Comité Estratégico de Transformación e Innovación/2012), Cedef (Comité de Diseño del Ejército del Futuro/2013) y Minerva (Plan estratégico para el fortalecimiento de la educación y la doctrina/2015), el ejército decide hacer ajustes necesarios en su doctrina militar, y en los demás componentes de capacidad: organización, material y equipo, personal, infraestructura, liderazgo, educación, entrenamiento y sostenimiento de la institución, que también impactaron y sirvieron de guía a la Armada Nacional y la Fuerza Aérea. 


Damasco aumentó la interoperabilidad, facilitando las operaciones multinacionales, conjuntas, coordinadas e interagenciales en el marco de la acción unificada, y de esta manera, sincronizó e integró esfuerzos comunes, abarcando todo el rango de las operaciones militares, desde un estado de paz, pasando por enfrentar amenazas híbridas y asimétricas, hasta una confrontación contra una potencial amenaza externa. 


Pero, además, la doctrina Damasco, y quizás es uno de sus mayores aciertos, introdujo conceptos vitales que ponderan los principios y valores institucionales; preceptos de gobernanza y ética pública, consignados en manuales que envían un  mensaje de integridad, transparencia y excelencia militar, a través de una doctrina pública, moderna, amigable, de cara al país, una doctrina que cualquier colombiano puede leer y consultar, y así entender qué hace su ejército para proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos, además para conocer más de cerca la misión y el rol en la democracia colombiana de la fuerza terrestre de la nación.


Hoy, la tradición civilista de las Fuerzas Armadas se debe notar y transmitir con grandeza, no solo al pueblo, sino al gobierno entrante. Al nuevo ministro de Defensa Nacional y la cúpula, los espera un desafío de marca mayor, no solo para desarrollar la nueva política de defensa y seguridad, que permita hacer las reformas y ajustes necesarios, sin que ello afecte la estructura profesional de las instituciones castrenses; sino también, que la confianza de los hombres y mujeres que las integran, no se resquebraje, pues es esa misma confianza, que es el fundamento de la profesión militar, la que soporta los pilares de toda organización castrense, según nos lo enseña la polemología: doctrina, cohesión y principios y valores.


Mensajes irresponsables de sectores radicales y sectarios de la reserva de las FF.MM. en el sentido de incitar a los activos a desconocer al nuevo presidente como comandante supremo de las FF.AA., por su pasado guerrillero, son nocivos y afectan la disciplina y la cohesión militar. No obstante, el talante y el ADN de la fuerza pública, es profundamente democrático y apegado a la Constitución, por ende, en este desiderátum histórico en el destino nacional, nos corresponde, como es costumbre, ¡una vez más, hacer lo correcto! pues finalmente somos hacedores de paz y guardianes de la república, cuya independencia fue posible hace 200 años, gracias a los soldados valerosos de Bolívar y Santander. 

*Coronel (r), exdirector y fundador del Centro de Doctrina del Ejército Nacional de Colombia (Cedoe). Catedrático y consultor internacional. 

 

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