Carolina Sanín
18 Marzo 2022

Carolina Sanín

Votar: intimidad y abandono

"Lo que hace uno en el lugar público, y por el bien público, y la cifra de su ser ciudadano, es a la vez invisible y tapado y secreto e íntimo y uno lo hace completamente solo, metido en un lugar en el que sólo cabe uno, en el cubículo de cartón del puesto de votación, que es como un sarcófago, o como un retrete. Esa contradicción entre lo más público que uno hace, que es a la vez de lo más privado que hace, es bonita. Ahí en el cubículo uno podría votar por alguien distinto de aquel del que dijo que iba a votar o podría no votar por alguien. Ese lugar también es como un confesionario, uno está confesando algo, uno está confesando quién quiere que lo gobierne".

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"Lo que hace uno en el lugar público, y por el bien público, y la cifra de su ser ciudadano, es a la vez invisible y tapado y secreto e íntimo y uno lo hace completamente solo, metido en un lugar en el que sólo cabe uno, en el cubículo de cartón del puesto de votación, que es como un sarcófago, o como un retrete. Esa contradicción entre lo más público que uno hace, que es a la vez de lo más privado que hace, es bonita. Ahí en el cubículo uno podría votar por alguien distinto de aquel del que dijo que iba a votar o podría no votar por alguien. Ese lugar también es como un confesionario, uno está confesando algo, uno está confesando quién quiere que lo gobierne".

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