Joaquín Vélez Navarro
19 Junio 2024

Joaquín Vélez Navarro

Cohabitación y la amenaza de la extrema derecha

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Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo demostraron que la polarización política es un asunto global. El descontento ciudadano en el Viejo Continente con los distintos gobiernos de centro derecha y centro izquierda fue evidente. En efecto, muchos países europeos se fueron hacia los extremos. Uno de los casos más notables fue Francia, en donde Rassemblement National – RN, partido de extrema derecha antes precedido por Marine Le Pen y ahora por el joven Jordan Bardella, obtuvo el mejor resultado con un cerca de 32 por ciento de los votos, superando por más del doble al segundo con mayor votación que no tuvo ni el 15 por ciento.

Como consecuencia de los resultados, el presidente Emmanuel Macron decidió hacer uso del artículo 12 de la Constitución y disolver la Asamblea Nacional. Esta, que es una de las dos cámaras del Parlamento Francés, es elegida directamente por los ciudadanos a diferencia del Senado que se escoge de forma indirecta. Para Macron el mensaje era claro: los franceses no están contentos. Por tanto, deben escoger de nuevo a quienes los representan en la Asamblea Nacional. 

La mayoría de analistas están seguros de que la extrema derecha va a ganar las elecciones legislativas en ese país. Más, si se tiene en cuenta que estas se van a realizar el próximo 30 de junio. La Constitución francesa determina que, en estos casos, las nuevas elecciones se deben realizar entre 20 y 40 días después de que se realice la disolución. Macron las convocó a los 21 días, es decir, 3 semanas después de que se conocieron los resultados. Eso deja muy poco tiempo para que las campañas cambien lo que ya mostraron los resultados del 9 de junio. 

Un triunfo del partido de extrema derecha en la Asamblea Nacional, que es uno distinto al de Macron (al que muchos clasifican como una derecha moderada), no solo afectaría la capacidad para pasar la agenda legislativa del mandatario, como sería el caso de un sistema presidencialista como lo es el colombiano o el norteamericano. En el caso francés las implicaciones para gobernabilidad son más graves. Al ser un régimen semipresidencialista, el ejecutivo tiene dos cabezas: el presidente y el primer ministro. El primero es elegido por voto popular y por un término fijo, mientras el segundo, aunque lo nombra el presidente, debe venir del partido mayoritario de la Asamblea Nacional. De los 66 años que tiene la Constitución de la Quinta República francesa, solo en 9 ha habido cohabitación, caso que se da cuando el presidente y el primer ministro son de partidos opuestos políticamente. Desde la reforma constitucional de 2002, en la que se determinó que las elecciones legislativas seguían a las presidenciales, era casi imposible que la cohabitación volviera a ocurrir, pues si alguien sale victorioso como presidente, muy seguramente su partido también ganará las legislativas. 

Sin embargo, con la disolución hecha por Macron esto ciertamente va a cambiar. Si todo sale como se espera, el nuevo primer ministro será el presidente de RN, Jordan Bardella, un joven con tan solo 28 años y a quienes muchos consideran como el títere de Marine Le Pen. Esto pondrá a Macron contra la pared, pues en períodos de cohabitación se presentan choques ya que no son claras las funciones de cada una de las dos cabezas del ejecutivo (a excepción de en defensa y relaciones internacionales que las mantiene el presidente). Además, la historia ha mostrado que un primer ministro opositor puede ser un dolor de cabeza para el presidente. Especialmente en la implementación de las políticas públicas, tal y como ocurrió con Mitterrand como presidente y Jacques Chirac como primer ministro entre 1986 y 1988.  

Lo delicado del asunto no se limita a problemas de gobernabilidad. La figura de Bardelle, así como su poca experiencia, genera intranquilidad. Muchos consideran que no tiene una visión clara, ni defiende ideales específicos, sino que es un estratega político que lee muy bien a los ciudadanos y sabe en dónde ubicarse por conveniencia. Muchos creen, por esto, que sus movimientos podrían ser tremendamente populistas por más inconvenientes que resulten. 

Este panorama, junto con los resultados de las elecciones, tiene a muchos franceses preocupados. Tienen susto del futuro. Primero, porque conocen muy bien la historia de su continente y le tienen pavor al retorno de la extrema derecha después de los regímenes que gobernaron en el siglo pasado. Adicionalmente, ver las distintas medidas que han tomado los gobiernos de estos partidos radicales en Italia, Polonia, Hungría, entre otros, hace que la vean negra. Y es que lo peligroso no son solo los gobernantes, las bases y los votantes de esos partidos son profundamente excluyentes, racistas y xenofóbicos. Que ciudadanos con ese pensamiento sean más es desolador. Sobre todo para quienes creemos lo mejor para reconciliar sociedades tan divididas son el diálogo, los consensos, la inclusión y llegar a puntos medios.  
 

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