Rudolf Hommes
16 Junio 2024 03:06 am

Rudolf Hommes

Coincidencias 

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Me llamó la atención el artículo de CAMBIO del fin de semana pasado que hace referencia a la fascinación que le producen Hitler y el nazismo a nuestro presidente... Hitler fue nombrado canciller en enero de 1933 por el presidente Von Hindenburg, perteneciente a una clase de latifundistas ultraconservadores de Prusia, los Junkers. Ellos junto con un partido conservador supuestamente revolucionario ya habían dado un golpe de Estado en Prusia y pensaron que Hitler seria manejable, flor de un día en la administración del Estado alemán. Subvaloraron su capacidad de agitar a las multitudes, y la atracción que representaba el nazismo para una población que había perdido la guerra y sufrido el caos económico y social que siguió después de la derrota. 

El historiador Fritz Stern, profesor de Columbia, habla de la ¨tentación “nacional-socialista” que puso a Alemania a merced de Hitler y de su retórica. Stern sostiene en varias publicaciones que si en los meses que siguieron al nombramiento de Hitler se le hubieran opuesto las elites e instituciones alemanas, otra hubiera sido la historia de Alemania y del mundo. Podrían haber detenido la toma del poder por parte del partido nazi. Un año más tarde, en marzo de 1934 Hitler se convirtió en dictador sin haber sido elegido, y en agosto de ese año un plebiscito amañado refrendó el raponazo. Ya no hubo más oportunidades. 

Volviendo al artículo de CAMBIO, me ha interesado cuanto aprendió el presidente de su estudio de Hitler y el nazismo que lo condujo a odiarlos, pero al mismo tiempo le ha dado cartilla porque ha utilizado estrategias que se parecen a las de ellos. Stern en una presentación ante el Council of Foreign Relations en Nueva York en 2011 en la que insistió que en Alemania pudieron haber parado a Hitler, destaca que él había cambiado la narrativa sobre la derrota de Alemania en 1918 atribuyéndosela al “enemigo interno”, el capital financiero internacional regentado por banqueros judíos que habían traicionado a su país. El y toda Alemania eran víctimas de esa traición, y Hitler iba a resarcir a Alemania por esa pérdida. 

Goebbels le organizó viajes a toda Alemania en los que pronunciaba feroces discursos en los que él y los alemanes eran víctimas y Hitler los redimiría devolviéndoles su grandeza y su orgullo. Algo parecido ha intentado el presidente apoyado por Gustavo Bolívar. Viaja a los territorios a predicar su narrativa sobre la historia patria: los doscientos años durante los cuales el pueblo ha soportado la opresión de sucesivas elites esclavistas, corruptas, mafiosas y depredadoras y por fin llega Petro a liberarlo, pero el orden constitucional se lo impide.  

La idea de concentrar todo el poder en el jefe de Estado la hizo Hitler realidad en un solo decreto que le concedió poderes legislativos. El presidente ha buscado esto mismo vía decretos inconstitucionales. Ahora pretende que es necesario prescindir del Congreso y de la Corte por caminos que no le han resultado. En Alemania, el nazismo se hizo dueño de las universidades usando el poder de los estudiantes y despidió a los profesores judíos, marxistas o democráticos, lo que posteriormente resultó dándole una ventaja a Estados Unidos para desarrollar la bomba atómica antes que otros y ganar la guerra. Preocupa ahora que el Gobierno nacional esté tomándose la Universidad Nacional para someterla al Estado y a la mediocridad.   

En Alemania, el sector privado se plegó a la voluntad de Hitler porque les ofreció la parte del león en la carrera armamentista y luego, durante la guerra, acceso masivo a formas de esclavitud. La iniciativa del sector financiero privado de colaborar con el gobierno de Colombia en programas y políticas que aceleren el crecimiento es necesaria, oportuna y bienvenida, siempre y cuando no se desmonte la democracia vía alianzas público-privadas. 

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